lunes, 10 de octubre de 2011

INCÓGNITAS SOBRE EL FINAL DE ATILA

Dos de los muchos enigmas históricos aún por resolver son las causas de la muerte y la ubicación de la tumba de Atila “el azote de Dios”. Quien durante años mantuvo en jaque a un Imperio Romano dividido y ya agonizante, murió de forma repentina la noche de su boda con la joven princesa Ildico, y con él desapareció el temido imperio de los hunos. A día de hoy sigue sin saberse las causas de su muerte y cuál fue el destino de sus restos. Existen varias hipótesis, pero no hay ningún indicio, ninguna prueba documental medianamente creíble, ni de una cosa ni de la otra.

Atila nació en la región de Panonia (actualmente perteneciente a Hungría y Austria) se cree que en torno al año 395 d. C. Provenía de un pueblo de origen desconocido, se cree que formado por varias tribus nómadas que quizás venían de Asia Central, tal vez Mongolia, que fueron unificadas por el rey Rugila o Rua allá por el año 430. Los hunos eran principalmente guerreros, se expandían por medio de la conquista, no eran dados a los asentamientos permanentes y son cientos de historias, algunas de ellas difíciles de creer otras no tanto, las que se cuentan sobre sus sanguinarias costumbres.




A pesar de su fiereza, Rugila había pactado con el emperador del Imperio Romano de Oriente, Teodosio II, lo que podríamos denominar un pacto de no agresión, por el que los romanos pagarían con unos 115 kilos de oro anuales la paz con los hunos. En el año 434 falleció Rugila, siendo sucedido por sus sobrinos Atila y Bleda. El pacto con los romanos se mantuvo y los hermanos se dedicaron a saquear otros pueblos. Atila se caracterizaba por su ambición casi desmedida y por una visión de la estrategia militar privilegiada, así que, supongo que no le apetecería demasiado quedarse mano sobre mano mientras los romanos le llevaban puntualmente a casa el oro acordado.

Su nivel de frustración debió superar los límites en el año 440, cuando una de sus incursiones, en esta ocasión en Armenia, acabó desastrosamente, los persas repelieron de forma contundente el ataque. Tal vez fue por esto, o por cualquier motivo (si es que Atila necesitaba algún motivo para plantar batalla a quien fuese), poco importa, el caso es que los hunos se dirigieron a Constantinopla, arrasando a su paso varias ciudades. Teodosio logró firmar un nuevo acuerdo para apaciguar a los guerreros. Los hunos se retiraron, aparentemente satisfechos. Pero entonces murió, de forma altamente sospechosa, Bleda, quien podríamos decir que era el “relaciones públicas” del tándem que formaba con su hermano, más tosco y colérico. El dedo acusador de la historia señala directamente a Atila como autor de la muerte de Bleda. ¿Mató a su hermano porque era demasiado blando para su gusto? ¿Estorbaba Bleda para llevar a cabo sus planes conquistadores? No se sabe, lo único cierto es que Atila a partir de ese momento, año 445, se convirtió en el único y absoluto caudillo de los hunos.

Libre para actuar a su antojo, Atila se entregó en cuerpo y alma a su obsesión, la conquista del Imperio Romano de Oriente; pero una y otra vez fracasaba en todos sus intentos, así que volvió su vista al Imperio Occidental, más débil y asequible para el guerrero huno. En el año 451 se produjo una sangrienta batalla de los Campos Catalúnicos, en la que el general romano Flavio Aecio, aliado con el rey visigodo Teodorico, derrotó a Atila, quien a pesar de su legendaria espada de Marte (no hay más sangre derramada que por la espada de Atila) y su más legendario todavía caballo Othar (a su paso no volvía a crecer la hierba), no pudo hacer absolutamente nada. Pero, incomprensiblemente, tal vez por una estrategia militar, Flavio Aecio no apresó a Atila, al contrario dejó que se marchara. Craso error, si creía que el huno iba a quedarse quietecito, se equivocó por completo.

Según parece, la excusa que Atila esgrimía para sus ataques al Imperio Romano Occidental era un matrimonio frustrado con Honoria, la hermana de su emperador Valentiniano. Me imagino que cualquier excusa habría valido. Así que volvió al ataque en el año 452, arrasando todo lo que encontraba a su paso, hasta que llegó a orillas del río Po. De forma incomprensible, Atila se retiró renunciando a sus pretensiones conquistadoras e incluso al matrimonio con Honoria. La retirada se produjo tras la reunión que mantuvo con el Papa León I y dos magistrados llamados Trigecio y Avieno. ¿Qué pasó en esa reunión? Se dice que el Papa amenazó a los hunos con la ira de Dios, algo que a Atila, sumamente supersticioso impresionó.

Lo más probable es que las enfermedades y la hambruna hicieron estragos en las hordas hunas. O quizás simplemente llegaron a algún tipo de acuerdo para firmar la paz. En cualquier caso, Atila se retiró a su palacio junto al río Tisza. Pocos meses después, en marzo del año 453, contrajo matrimonio con una princesa goda, Ildico, rehén de uno de sus múltiples saqueos. La misma noche de bodas, Atila empezó a sentir convulsiones, mientras la sangre manaba de forma abundante por su nariz. ¡Pobre Ildico! Me imagino el pánico que debió sentir al ver como el fiero Atila moría ahogado en su propia sangre; ¿y si sus hombres la culpaban de la muerte? Evidentemente, era la sospechosa número uno.

A la mañana siguiente, los hombres de Atila empezaron a preocuparse; pasaba el tiempo y no había ningún movimiento en los aposentos de su jefe. Se dice que aunque estaban inquietos por la tardanza de Atila, no se atrevían a molestarle. Lo trataron de solucionar formando una fenomenal algarabía. Pero al ver que nada sucedía, se decidieron a entrar en su dormitorio. Lo que encontraron fue el cuerpo de Atila sobre la cama, bañado en sangre, mientras Ildico, acurrucada en un rincón temblaba aterrorizada.

Pero parece ser que no era la primera vez que esto sucedía, la diferencia es que en esta ocasión no se recuperó de la hemorragia. ¿Fue asesinado Atila? ¿Murió víctima de sus propios excesos? ¿Tal vez una hemorragia interna? A partir de este momento comienza la leyenda. Se cuenta que sus fieles guerreros se cortaron el pelo y se hirieron con sus propias espadas para personificar su dolor. Su cuerpo fue introducido en tres ataúdes: uno de hierro, otro de plata y otro de oro como una especie de gigantesca matrioska (muñeca rusa).
Fortaleza de Kalemegdan (Belgrado)
Después, un puñado de guerreros, aquellos que habían estado más cercanos a él, buscaron un lugar seguro para enterrar el ataúd de la forma más secreta posible. Acto seguido, se suicidaron para eliminar así cualquier posibilidad de desvelar el paradero de la tumba. Y realmente fueron eficaces, puesto que a día de hoy nada se sabe. Se dice que la tumba podría estar entre Rumania y Bulgaria, también se maneja la hipótesis de Hungría y la de la fortaleza de Kalemegdan en Belgrado (Serbia), en la confluencia de los ríos Danubio y Sava. Como puede verse, las posibles ubicaciones abarcan áreas demasiado extensas.

Sería fantástico que se encontrara la tumba de Atila, entre otras cosas, porque gracias a los avances en el estudio del ADN, se podría conocer algo que a mí particularmente me intriga, y mucho: la verdadera causa de su muerte: ¿enfermedad o asesinato? En la actualidad no hay un solo dato fiable que pueda orientar del posible lugar del enterramiento, como mucho los investigadores trabajan basándose exclusivamente en suposiciones; pero no podemos descartar que un día aparezca algún documento que arroje algo de luz, una pista, si no un lugar concreto, si al menos una zona aproximada que reduzca el emplazamiento a unos pocos kilómetros.

Un último apunte. He oído alguna versión que afirma que Atila cortó el cuello del padre de Ildico siendo esta testigo, si esto es cierto, tal vez no sea descabellado pensar que la mujer, ignorando el riesgo de ser ajusticiada, vengase la muerte de su padre. Aunque si hubiera sucedido así, no podría haberle matado de una forma que dejase huellas evidentes, por ejemplo clavándole un cuchillo, pero sí podría utilizar algún tipo de veneno que destrozase sus entrañas. Tal vez algún día se desvelen las incógnitas, de momento solo podemos especular.

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