Bajo esta denominación se agrupan un sinfín de tiradas, unidas por un denominador común: el criterio de quien interpreta. Se trata de utilizar un número de cartas que variará según la necesidad del momento y su característica principal es que, salvo que interese lo contrario, no se asignarán posiciones concretas. Quien vaya a interpretar la tirada, debe ser el que decida qué cantidad de cartas utilizará.
Tal vez la mejor forma de decidir el número de cartas que se extraerán del mazo, es el de adecuarlo al tipo de pregunta que se realice; para ello, nada como el sentido común y la sensatez. Si realizamos una pregunta concreta, bastarán tres cartas para tal fin, no tiene sentido utilizar diez; en cambio, si el tema planteado es más complejo, será oportuno aumentar la cantidad de cartas, siempre con coherencia.